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Estulticia es una ciudad emergente, de eso ya no cabe duda. Muchos son los factores que han hecho el milagro posible.  De entre ellos  destaca el gran atractivo que para los inversores tiene este lugar, tan denostado y evitado  en épocas anteriores  Una vez creada la infraestructura el crecimiento demográfico ha sido imparable alentado por ciudades vecinas que ven en Estulticia un aliado más que conveniente para sus intereses. También los mercados participan activamente en este auge viendo, complacidos, cómo la ciudad acoge nueva población en progresión aritmética.

Otro factor muy a tener en cuenta es la campaña de promoción seguida por la ciudad para cambiar su imagen.  Antaño era un lugar en el que muy pocos admitían residir y que la mayoría evitaba, hasta, bordear sus lindes. Si alguien tenía que pasar algún tiempo en Estulticia intentaba hacerlo discretamente y procuraba abandonar la ciudad cuanto antes.

En la actualidad esto ha cambiado radicalmente y la población de Estulticia exhibe, orgullosa, su vecindad civil. No sólo disfrutan de vivir allí, sino que proclaman sin atisbo  de sonrojo, su intención de permanecer allí, sine die. Están imbuidos de un nacionalismo local que hace, que no solo no reconozcan su estatus, sino que desprecian el de todos los demás.  Se desprecia al que estudia, al que se esfuerza, al que trabaja duro, al que respeta, al que es paciente, al que es educado,al empático, a todo aquel, que, en definitiva, no es estulto.

Distintos medios fomentan esta falta de interés en formarse, el objetivo es claro: cuanto menos formación mayores manipulación, desinterés y apatía para ejercer la crítica en todos los ámbitos. Quizás uno de los más detestables sea el igualitarismo, entendido, de forma bastarda, como un instrumento hacia una igualdad estéril. Es un concepto de igualitarismo que se opone a la misma naturaleza del hombre, tendente al espíritu de superación, motor de toda evolución.

Se desprecia la excelencia porque «discrimina», olvidando que la búsqueda de la excelencia favorece a la colectividad, pues el conocimiento es un bien que ha de ser compartido por, y para el beneficio de, todos.  Es un patrimonio colectivo. Es su libre acceso lo que favorece la igualdad.

Aquellos que alcanzan ese estado de gracia y desprecian a los que no lo tienen son también residentes por derecho de Estulticia, pues no sólo no valoran el esfuerzo de muchos para que ellos hayan conseguido llegar a dónde están, sino que también olvidan que no sólo llegan los mejores, ya que hay muchos tan buenos o, incluso, superiores, que no han tenido la oportunidad de acceder  a una formación. Formación, no sólo a nivel académico, pues el conocimiento abarca todos los campos en los que el hombre y la mujer desarrollen su intelecto.

Nadie estamos libres de aparecer un día en Estulticia, pero que sólo sea porque no nos funcione el navegador.